Arrancamos sobre todo desde una sensación. La sensación -cotidiana, íntima, política- de que la realidad está como en desintegración. De que conservar cualquier vínculo requiere un esfuerzo casi sobrehumano. De que lo colectivo o lo común se nos hace muy cuesta arriba o, directamente, tarea imposible. De que las cosas no acumulan, ni sedimentan. De que no hay tiempo para casi nada. De que volvemos a empezar desde cero una y otra vez. Es como si estuviéramos viviendo en una catástrofe que tuviera lugar poco a poco, a cámara lenta.
La invitación es pensar juntos esas sensaciones, como un problema que no es privado ni pasajero, sino una marca de nuestra época. Un problema colectivo y común, aunque a cada unos nos afecte también personal o íntimamente, cuando vemos cómo se deshacen los vínculos afectivos sin que haya ninguna ruptura de por medio, cuando nos sorprendemos estudiando largamente la propia agenda tratando de localizar un hueco libre, cuando nuestra propia atención estalla en mil pedazos.
Empezamos por ponerle un nombre al problema: lo llamaremos dispersión. Y os proponemos pensarlo como una especie de “nuevo suelo” de la vida contemporánea, que resulta de las inmensas transformaciones que ha conocido el mundo desde hace cuarenta años. Un suelo que, a diferencia de otros en el pasado que (para bien o para mal) daban marcos de referencia y un lugar en el mundo, casi más bien se parece a unas arenas movedizas:
en las que vivir y elaborar sentido a la propia vida exige el esfuerzo constante y agotador de hacer y rehacer constantemente las cosas.
en las que todos buscamos una intensidad del vínculo con los otros que trascienda el simple conectar/desconectar que es hoy la posibilidad más cómoda, más fácil.
en las que los proyectos políticos de transformación social están metidos en un verdadero impasse, desorientados en un mundo que, no dejando de cambiar, no se deja cambiar.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Y desde esas arenas movedizas, qué podría significa pensar juntos, cómo se hace lo común, cuál puede ser el papel de una institución, qué posibilidades de emancipación nos brinda el arte, son algunas de las preguntas.
La apuesta de estos talleres es tomarnos en serio esta hipótesis de la dispersión y tratar de pensar a fondo hasta dónde nos lleva. Lo haremos con la ayuda de Franco Ingrassia, activista e investigador independiente de Rosario (Argentina) que lleva algunos años ya pensando y procurando pelear desde ahí. En diálogo y conversación con distintas personas implicadas en experiencias vivas en la ciudad de Madrid que lidian día a día con la dispersión: prácticas políticas, institucionales, estéticas, de pensamiento, todo junto y revuelto, etc.
Los talleres son abiertos y gratuitos, todo el material que se genere ensanchará el procomún protegido por alguna licencia creative commons. Y se realizarán en el CSA La Tabacalera, un espacio ideal para aterrizarlos porque precisamente allí la dispersión estalla con toda su potencia y también sus problemas (la dificultad de lo común, de la organización, de la contaminación…).
Pensar juntos, abrirse a lo no sabido y a la escucha de los otros, como un desafío a la dispersión que nos confina a “cada cual en su mundo”. Pensar la dispersión, no desde la nostalgia de lo centralizado u homogéneo, sino sobre todo desde el propósito de inventar caminos para entenderla, habitarla, intervenir en ella. Desde el deseo político de promover más y más capas y planos de autoorganización social, esto es, más “autodeterminación existencial colectiva”.